VILLAFRANCA EN CLAVE ECOLÓGICA
Vecino. Opinion.

Villafranca en clave ecológica
No sólo Villafranca goza de una vega agrícola extraordinaria, sino que, incluso, las calles de su casco urbano y caminos adyacentes se están poblando de una vegetación tan exuberante y florida que parecería que alguien se hubiera dedicado a sembrar semillas de todo tipo de hierbas entre las junturas de las paredes de los edificios, porque las hay de todas clases. Visto lo cual, no dudamos que la proliferación de estas hierbas, algunas de gran calidad estética, se deba a la desidia del Ayuntamiento, sino que, más bien, obedece a una voluntad decidida de este en su compromiso por hacer de Villafranca un pueblo tan sensible, ecológicamente hablando, que, por no lastimar cualquier planta, las deja crecer primorosamente por sus calles y edificios en peligro, ya no de demolición y derribo, sino en franca decadencia.
Lección ética Hay quien me sugiere que un día de estos, el Ayuntamiento quizás proponga a los maestros y maestras que utilicen este regalo lujurioso de plantas que crecen en el hormigón, para que las utilicen como lección ética del día y al dar un paseo didáctico por entre las calles de Villafranca, instruyan a su alumnado haciéndoles ver la voluntad y fortaleza de tales plantas y hierbas, las cuales, a pesar de las condiciones tan horribles en que crecen, son capaces de sobrevivir de un modo tan digno y tan bello. En las rendijas que menos te puedes pensar han surgido cientos de plantas y de hierbas como si pretendieran reivindicar un canto a la belleza. ¡Qué ejemplo para nuestros jóvenes! ¡Cuánto y bien podrían aprender de ese tesón de las hierbas! Las llaman malas hierbas, pero ¡ya, ya!
Biodiversidad A otra persona que ha contemplado el mismo fenómeno, le he oído decir que eso es signo de la gran biodiversidad floral que goza Villafranca, y que, visto así, hace que la vida se vea menos triste. Es verdad. Vas por la calle y ¡zas!, ante tus ojos una glicina saliendo sin avisar de la rendija del asfalto. ¡Ah, mira allí! ¡Es una lechuga silvestre! Y más allá, un ombligo de Venus, y un mastuerzo. Joder, tío, eso que ves ahí, ¿acaso no es una achicoria, y aquello una borraja, y una amapola y una olivarda?” ¡Cuánto tenemos que aprender de la naturaleza! Señores del Ayuntamiento. Ni en sueños se les ocurra limpiar -algunos dirán adecentar-, nuestras calles privándonos del espectáculo de belleza tan singular como es el del crecimiento sin orden ni concierto de plantas y de hierbas que, al paso que van, pueden colonizar el casco urbano e, incluso, apoderarse de él. Menos mal que entre las plantas que crecen no hay trepadoras, si no el espectáculo sería surrealista. Una imagen más que el ayuntamiento pudiera vender como genialidad autóctona. Para lo cual, quizás, algún día la brigada municipal se dé una vuelta por las calles y siembre entre las ranuras de los edificios simiente de alguna trepadora.