Coletazos LGTBI
Vecino. Opinion.

Ha corrido el rumor de que la alcaldesa retiró la bandera de la LGTBI, presentando este hecho como un rasgo de su autoritarismo y, de pasada, de su poca o nada favorable actitud hacia el movimiento gay. La alcaldesa no retiró la bandera, pero sí es cierto que en una sesión del consejo escolar, tras un alegato diciendo que el Ayuntamiento está en contra de las agresiones sexuales como lo demuestran los carteles de la carretera -obviamente, las agresiones sexuales son una cosa y la LGTBI es otra, por lo que cabría decir que la alcaldesa confunde para defenderse churras con merinas-, preguntó por qué la bandera de la LGTBI seguía ondeando en la escuela si ya había pasado el día 17 de mayo, día de su celebración. Aclaró que ELLA en el Ayuntamiento LA pone para el día indicado y luego LA quita y que LA escuela, como edificio público, debía hacer lo mismo. Consultado el servicio jurídico del Departamento de Educación contestó que así debía ser. Y, por tanto, la bandera se quitó. Esto es lo que pasó. Comentario. Sorprende la rapidez de la alcaldesa en preguntar el porqué de la presencia de dicha bandera en un centro público escolar y reclamar su retirada. Hay, ciertamente, un talante contradictorio en el comportamiento de la primera autoridad del municipio. Si, por un lado, considera que un edificio público no debe ostentar una bandera en defensa de ninguna inclinación sexual de forma exclusiva y excluyente, aunque sí pueda hacerlo en un momento puntual para recordar los derechos de las personas a autodeterminarse sexualmente, está claro que no aplica el mismo criterio en otras situaciones, como es el caso de la CRUZ de CUERNAVA. Este símbolo no representa todas las opciones religiosas y no religiosas existentes en el pueblo, y, sin embargo, la alcaldesa no reclama su desaparición inmediata. La cruz está invadiendo un espacio público y contraviniendo la existencia de un Estado Aconfesional que marca la Constitución en su articulado. Pero al parecer a la alcaldesa, que es regidora principal de una institución del Estado, la Constitución le importa menos que nada. Hay algo incoherente, por llamarlo de un modo educado, en el comportamiento de la alcaldesa que chirría estrepitosamente. Y debería mirárselo. Una que no rumorea.