PATRIMONIO DE VILLAFRANCA (IV) Patrimonio inmaterial popular
Vecino. Informacion.

Ha existido, existe aún en la memoria de muchas personas, un patrimonio popular, tanto material como inmaterial gracias al cual el hecho diferencial de ser villafranqués, caso de que exista, no sería fácil de entender.
Con relación a este patrimonio material, existen dos ámbitos fundamentales: un ámbito laboral, que contemplaría el variopinto mundo de los oficios, no ya perdidos, sino olvidados; los instrumentos utilizados en ellos, lugares de trabajo, como ese edificio fantasmal de la Fábrica de Harinas santa Juliana; los medios de transportes (carros, galeras, ubi sunt?); y un ámbito familiar relativo a la casa y su organización arquitectónica, la gastronomía (instrumentos culinarios, fogones, cocinas, hornos, recetas de cocina); la vestimenta habitual y festiva, la de ir al médico o al juzgau, a misa doce o a una boda…
Existieron en otro tiempo edificios/locales donde se desarrollaron las actividades político/sociales de Villafranca -Falange, Carlismo, Socialismo-, y que, por diversas turbulencias, no han dejado vestigio alguno o, si lo dejaron, sigue en manos particulares. No sólo perdimos la ubicación en el callejero de sus locales, sino, más importante, su documentación. Un patrimonio perdido por la incuria de los tiempos y que nos ha privado de conocer algunos hechos importantes de nuestra historia pasada, por lo que la construcción de su puzle sigue sin completarse o, cuando se pretende, resulta lleno de aristas.
El patrimonio inmaterial está formado por un sinfín de referentes. Citaremos tres ámbitos: el mundo de las diversiones (juguetes caseros y juegos callejeros marcados por el tiempo de las estaciones y el espacio); el de las fiestas populares, música y celebraciones relacionadas con los ciclos agrícolas; el de la oralidad (auroros, dichos, refranes, relatos orales, leyendas, letras de canciones, poesías) y el imprescindible mundo de las imágenes (fotografías) que muchas familias guardan en sus casas como verdaderos tesoros. Y, en otro orden, disponemos de los nombres de las calles y apodos de las personas, cuya investigación, caso de hacerse, reflejaría en muchos aspectos el temperamento y el carácter de ese arquetipo del villafranqués divertido, chispeante, filósofo de barbecho, eterno aldraguero y burlonico a tiempo completo, y siempre vitalista y jaranero.
Este patrimonio inmaterial ni se ve ni se toca, pero es tan importante como el patrimonio material. Es el espejo donde se refleja una identidad forjada a lo largo de la historia y en el que puede leerse el temperamento, el carácter, la idiosincrasia, la actitud ante los temas importantes de la vida: el amor, la muerte, Dios, la amistad, el matrimonio, la felicidad, la enfermedad, el placer, el sexo, el paso del tiempo, la vejez, el más allá, la religión, el poder… del hombre y la mujer villafranqueses.
Y estaría la recuperación de los nombres de aquellos personajes e instituciones que pasaron por el pueblo dejando su huella más o menos profunda en la formación y conformación de la mentalidad de sus gentes. O personajes que apenas estuvieron en el pueblo, pero que fueron glorias nacionales. Personajes e instituciones antitéticos en ocasiones, pero imprescindibles para recomponer la cartografía física y espiritual de esa identidad patrimonial dialéctica, y que sólo el sectarismo testarudo e ignorante puede rechazar.