PATRIMONIO DE VILLAFRANCA (II) Ser buen villafranqués

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PATRIMONIO DE VILLAFRANCA (II) Ser buen villafranqués

Algunos dirán que alguien no puede ser buen villafranqués si no vibra con los triunfos del Alesves y no se entristece con sus derrotas. Pero hay personas a las que el fútbol ni les va, ni les viene. No es un ingrediente que forme parte de su identidad. Y, sin embargo, ¿quién negará que el C. D. Alesves forma parte del patrimonio cultural y deportivo de Villafranca, desde que se fundó en 1922? No todos los elementos que puedan aducirse como signos del patrimonio identitario de Villafranca son del agrado general. Por ejemplo, existen tradiciones que vienen de antiguo y que han formado parte del ser laico y religioso de Villafranca y que hoy a algunas personas les parecen obsoletas; no despiertan su entusiasmo y no participan en ellas por considerar que el tiempo actual exige otro tipo de tradiciones. La aceptación del patrimonio no es unánime y esto plantea un problema que solamente puede resolverse desde el respeto a la pluralidad de las adhesiones patrimoniales individuales y colectivas. El peor enemigo de la conservación del patrimonio es considerar que el legado que a unos les parece el auténtico se intente imponer por vía de la exclusividad y de la exclusión a los demás, incluso, a los que no tienen el patrimonio como referente en la formación de su identidad, porque consideran que la identidad es un invento. Hay que considerar que este patrimonio ha creado distintas identidades individuales y colectivas en el pueblo. Y como tales deberían coexistir desde el respeto que se debe a la pluralidad democrática de una sociedad. Precisamente, es esa diversidad la que constituye la riqueza mayor del patrimonio. Y ya se sabe que, si por algo se ha caracterizado la sociedad anterior a la nuestra, ha sido por la negación de esa diversidad en muchos órdenes de la vida. Lo que significa que mantener una fidelidad absoluta al patrimonio del pasado puede crear problemas. Sobre todo, si no se considera que el patrimonio no es algo que se da de golpe, sino que, como un ente vivo, está en constante cambio. Y lo está porque las personas también lo estamos.