TRADICIONES, COSTUMBRES Y MODAS

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TRADICIONES, COSTUMBRES Y MODAS

Tanto si se trata de tradiciones como costumbres y de modas hay que indicar que no se suele saber cuándo empezaron, ni menos aún cuándo terminarán ninguna de ellas, pues no llevan en su envase la fecha de caducidad. Dependerá de la voluntad de las personas y de las instituciones que las alimentan con sus ritos y procesiones. Hoy, por ejemplo, ya no se hacen rogativas para pedir la lluvia en tiempos de sequía o de sacar en procesión la figura de san Gregorio para combatir la plaga del canutillo. O, por ejemplo, ya no se hacen Carreras Ciclistas en fiestas señaladas como las que organizaba el Frente de Juventudes y que no estaría de más recuperar, no para recordar dicho frente, sino para disfrutar de dicho espectáculo en un pueblo donde existe tanto biciclitero. Pero ni las tradiciones, ni las costumbres ni las modas se pueden confundir entre sí, porque, al menos nominalmente, no son lo mismo. Tampoco, tienen el mismo origen, ni la misma finalidad, ni su puesta en escena.

Costumbre es comer en cuadrilla unas migas, un ajoarriero o un calderete. Las costumbres vienen determinadas por las ganas de pasar un día agradable, sea con la familia y los amigos. Ahí empieza y termina toda su filosofía de caldo y buen yantar. Las costumbres se descubren casi por casualidad.

Moda es el Black Friday (viernes negro) o el Halloween (día de todos los santos). Al Mercado le viene de perillas. Con lo fácil que lo teníamos en este país: Día de Rebajas y día de Todos los Santos. Pero no. Hasta existe una Semana Halloween Gastronómica. Y vinícola, ¿no? Las modas son intencionadas y calculadas. Tradición es salir en procesión el día de la Virgen del Carmen o ir en una romería sui géneris a san Pedro. Lo establece el calendario festivo-religioso de la localidad. O lo es celebrar el día de san Silvestre, que ya es tradición laica arraigada. Las tradiciones se construyen a lo largo del tiempo.

Cada persona es esclava de someterse a cada uno de estos ritos y vivirlos como le dejen y le permitan su sentido de la sociabilidad, del dinero que tenga o de la manera que desee visibilizar su fe en Dios. En el fondo, sea la Buena Vida, la Moda o la Fe son respuestas al tiempo que toca.. En otros tiempos, eran otros conceptos, pero el motivo sigue siendo el mismo: vivir lo menos angustiados posibles el paso del calendario. En realidad, ni las tradiciones, sean religiosas o laicas, ni las costumbres más variopintas, ni las modas más delirantes, deberían ser un problema, ni menos aún sus manifestaciones cívicas. El problema no son ellas. El problema está en quienes pretenden ostentar el monopolio exclusivo y excluyente de esas modas, de esas costumbres y de esas tradiciones. El peligro lo representan aquellos que creen que tienen la patente de determinar cuál son las buenas o las malas, las auténticas y las falsas tradiciones, modas y costumbres; los que deciden qué tradiciones hay que respetar y cuáles no.

Puede que las tradiciones sean inocentes; no lo son quienes las inventan, ni ponen en práctica las existentes. Las tradiciones son instrumento excepcional para alimentar la identidad individual y, por extensión, colectiva. Si su modo de actuar es aceptar unas conductas y rechazar otras, pésima tradición. El sectarismo y el ninguneo serían sus señas de identidad. Y es que, cuando en ese proceso el respeto a la pluralidad se olvida, mal plan. Y, si no, que se lo digan a los grupos LGTBI.