UNA HISTORIA SOBRE PURINES Y CONTAMINAR SALE GRATIS (Y IV)

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UNA HISTORIA SOBRE PURINES Y CONTAMINAR SALE GRATIS (Y IV)

NI CASO AL AYUNTAMIENTO

A pesar de la claridad de las obligaciones establecidas para la regulación del vertido, reproducidas en las frases en cursiva de las modificaciones, las comerciales han hecho la vista gorda, incumpliéndolas de modo sistemático. Para dar breve cuenta de ello, recojo aquí lo que se llama “imposiciones de sanción por vertido en purines”. No están todas las infracciones cometidas a lo largo de los años señalados, pero son todas las que están. Si algo ha comprobado este Paseante es que los digestores de Valle de Odieta, pero no sólo, han vertido cuando y cuanto y como han querido purines según sus necesidades importándole un bledo la normativa. Se necesitaría el doble o triple de personal del guarderío de Villafranca para vigilar las continuas transgresiones que los digestores de Valle perpetran una y otra vez sin recibir la correspondiente multa. De acuerdo con las actas municipales, que cualquiera puede leer en Internet, estas son las irregularidades cometidas entre 2015 y 2020, sin que eso signifique que están todas las que fueron. Proliferan durante los años 2015 y 2018 y extraña las pocas multas realizadas durante 2020.

Como puede apreciarse se manejan tres conceptos punitivos: imposición de sanción, incoación de procedimiento sancionador y expediente sancionador. Ignoramos la cantidad de multa impuesta y cómo terminaron estos procesos. Y su resolución final. Hemos intentado localizar estos pormenores, pero nos ha sido imposible. Porque, ciertamente, estaría muy bien saber con qué monto de euros se multa a Valle de Odieta. Porque, a la vista de su reincidencia, no parece que le afecte gran cosa. Conclusión provisional. Lo que revela esta historia es que el poder económico hace lo que quiere con el poder político y, desde luego, está por encima de la voluntad ciudadana. ¿Y del respeto al medio ambiente? No me hagan reír. NB. Las actas de 2021 a 2024 no están transcriptas y, por tanto, no se pueden leer en Internet.

El Paseante aturdido

Purines de animales de dos patas

En diferentes crónicas el Paseante se ha quejado amargamente de los vertidos de purines que se hacen en algunos caminos de Villafranca. Tiene razón. Yo los he sufrido igualmente. Tanto es así que ya no paseo por ese camino que inunda regularmente la mierda exquisita procedente de la vaquería de Valle de Odieta.

Así que he optado por pasear por otros senderos. Porque, si de algo puede alardear Villafranca, es de sus abundantes paseos naturales, sean sin esos caminos adyacentes a las huertas como por las veredas de los sotos que acompañan el runrún del río Aragón. Pero, si hace años estos caminos estaban limpios, hoy no lo están. En ellos puede encontrarse de todo, menos una bolsa con mil euros. Me entristece comprobar que la educación ecológica de este personal que camina por esos parajes resulte tan baja. No enumeraré el tipo de restos que puedes encontrarte por no sonrojar a nadie.

Nos quejamos de los purines contra los que, al parecer, nada se puede hacer contra la prepotencia consentida, desde arriba, del Valle de Odieta y sus digestores, pero nada decimos de los “purines” que nosotros arrojamos a estos caminos. Al fin y al cabo, si no respetamos y cuidamos la limpieza no ensuciando, ¿qué diferencia habrá entre la falta de ética ecológica entre Valle Odieta y la nuestra?

Purines “ruidosos”

Existen muchos modos y maneras de amargar la vida de una persona. Y en esto la condición humana es especialista. El ruido, por ejemplo, es una fuente de enfermedades pocas veces considerada. Pero no seremos tan tremendos en esta ocasión describiendo qué enfermedades genera el ruido. Nos limitaremos a reflexionar sobre lo más obvio. Villafranca es un pueblo ruidoso. Lo sabemos y no lo llevamos mal. Forma parte de nuestro ADN. En esto no hemos cambiado. Y será difícil que cambiemos. Quizás en la próxima reencarnación. Hablamos demasiado alto, muy alto, excepto cuando nos dedicamos a aldraguear sobre la vida de los demás. El hecho de gritar a la hora de hablar no significa que los villafranqueses seamos abiertos y que no ocultamos nada y todo eso. Sencillamente somos gritones. Y lo somos en formato individual y colectivo.

El ruido forma parte de nuestra idiosincrasia, resistente a ser modificada por la cultura y la educación. Tampoco por la multas que podrían caernos si las ordenanzas municipales se aplicaran para castigar a quienes se pasan con los decibelios. Pues está claro que las ordenanzas municipales no han conseguido que rebajemos nuestros decibelios a la hora de hablar con los demás en pasaje público, en las viviendas particulares, en los bares y en los supermercados. Y ya no digamos en el Palomar cuando la tramamos contra el árbitro. Menos mal que no nos ven los caretos.

En las ordenanzas, en el capítulo II, artículo 18, punto 2, se prohíbe a) Cantar o gritar en la vía pública y en vehículos de servicio público. b) Cantar y hablar en tono excesivamente elevado en el interior de edificios, de forma y manera que superen los niveles sonoros establecidos.” ¿Conocemos cuáles son esos niveles? Es igual. Tampoco se ha visto jamás a un municipal con un aparato en sus manos para medirlos.

Y así sucesivamente. Estamos demasiado ocupados para hacer caso a unas ordenanzas municipales que, incluso, ignoramos. Pero es evidente que no es necesario conocerlas para hablar como personas educadas y respetuosas con el oído medio de los demás…

Isila