¿QUÉ FUE DE LOS RELOJES DE ARENA?

Vecino. Informacion.

¿QUÉ FUE DE LOS RELOJES DE ARENA?

En agosto de 2024, 36 municipios repartieron 24000 relojes de arena a la ciudadanía para agitar su responsabilidad en el consumo del agua que se gasta en cada casa a la hora de ducharse. Se aconsejaba dedicar cuatro minutos a dicho menester. Dos para enjabonarse, la epidermis; dos para quitarse el champú. Decía la publicidad que hasta 7 millones de litros de agua se podían ahorrar, si nos tomásemos en serio esta medida simbólica. Un equivalente a 24 piscinas olímpicas.

El responsable de esta media fue la Consejería de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, pero no sabemos cuánto nos costó a los contribuyentes pagar a la empresa que llevó adelante semejante cometido, calificado como “ecológico e higiénico”.

Ha pasado bastante tiempo de aquella campaña y recordamos que en octubre de ese mismo año, 2024, solicitamos en este Blog información de cómo había resultado aquella publicidad. Si había tenido algún éxito y el ahorro de agua fue un hecho o un espejismo. Porque ni el Gobierno de Navarra ni la empresa correspondiente no dijeron ni Pamplona. El Ayuntamiento de Villafranca, que fue uno de los municipios que participó en este evento, tampoco dio señales de vida informativa. Ni siquiera sabemos cuántos vecinos utilizaron dichos relojicos y, mucho menos, si el Ayuntamiento logró saber si hubo algún avance en el consumo inteligente de agua a la hora de ducharse.

Pronto hará un año del evento y seguimos en las mismas, sumidos en la puta ignorancia. Nos preguntamos para qué narices se llevó a cabo dicha experiencia. ¿Para concienciarnos de que el agua es muy importante en nuestras vidas? Vale. Y, después de la campaña, ¿qué ha pasado? ¿Somos más conscientes o seguimos perteneciendo a una de las comunidades de España más despilfarradoras en el consumo familiar del agua? ¿Y Villafranca? ¿Qué lugar ocupa en ese Rankin? ¿Sabe el pueblo si la experiencia de los relojicos ha servido para algo?

Se gastaron unos miles de euros para despertar la responsabilidad en el uso del consumo familiar del agua, y ahí se esfumaron. Si aquel gasto no sirvió o, si por el contrario, fue un dinero bien invertido y, si las personas que utilizaron aquel reloj, han entrado en razón y siguen utilizando dicho artilugio, sería para contarlo, ¿no?

El agua es un bien común y universal. Y las personas no necesitan ninguna campaña para aceptar tal convicción, más ética que otra cosa. Si las familias son incapaces de educar a sus hijos en el consumo justo y equilibrado del agua, ya nos podemos olvidar de relojicos y demás pichorraricas al uso.

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