Deporte y política

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Deporte y política

Entre los comentarios que se me ocurren, después de oír a las derechas de este país proclamar que el deporte y la política no deben mezclarse, diré que son unos mentirosos. Pues calificarlos de desmemoriados sería disculparlos. Y a la derecha de toda la vida no hay que dejarles pasar una. Se transforman en fascistas a la mínima. Es que parece que lo llevan en el DNI. Contra ellos hay que estar despiertos todo el día, como aquellas vírgenes prudentes que hablaba el evangelio en no sé que parte. Porque, si no lo hacemos, te roban hasta el alma.

Lo saben mejor que nadie. Fueron, si no los primero en hacerlo, pero sí en hacerlo con de forma dictatorial durante más de cuarenta años. Si ha habido en este país un binomio que ha funcionado fetén ha sido la relación amatoria, pornográfica habría que decir, entre política y deporte. Lo fue durante el franquismo. Y lo ha sido durante la impresentable transición y lo que venga en el próximo milenio.

La ideología que han mamado los actuales dirigentes políticos de derechas, como las izquierdas que claman también contra el deporte politizado, fue la educación recibida durante el franquismo, gracias a la llamada Formación del Espíritu Nacional (FEN) impartida por un mismo profesor que daba la Educación Física. Es decir, Política y Deporte iban de la mano. Con un par. Y, ahora, vienen los muy cínicos escandalizándose por esa mezcolanza cuando en realidad jamás deporte y política dejaron de ser hermanos siameses.

Como digo, fueron falangistas los encargados de disciplinar nuestros cuerpos y mentes siendo niños y jóvenes. La Delegación Nacional de Deportes, creada en 1941, bajo el control de la Falange, concebía el deporte como un medio para la educación y consolidación del estado franquista, y el partido único actuaba como intermediario para dirigir y animar las actividades deportivas. El deporte era utilizado para educar al hombre español, difundir la ideología franquista y fortalecer la potencia de la Patria. Quien diga lo contrario, miente. La domesticación de las masas se ha llevado a efecto por el fútbol sin ningún miramiento. Como hoy.

Ideológicamente, tanto las izquierdas como las derechas han tenido la misma visión de la relación entre deporte y política en beneficio, obviamente, de su propia ideología. En este sentido, la relación en sí es una relación intrínsecamente perversa, porque se el deporte utiliza como un medio para obtener un fin político.

En 1936, por ejemplo, las izquierdas y los movimientos progresistas de diferentes países europeos y no europeos llamaron al boicot a los Juegos Olímpicos de ese año, en Berlín, pues participar en ellos supondría el blanqueamiento y la normalización del régimen nazi. La España republicana intentó boicotearlos y la Generalitat de Catalunya preparó una contra Olimpiada Popular en Barcelona que contaría con miles de atletas de todo el mundo. Pero el 19 de julio lo echó todo al carajo. Curioso es que atletas judíos y no judíos del equipo olímpico de Palestina se unieran a las Brigadas Internacionales para combatir el fascismo.

La política lo devora todo con tal de permanecer en el poder. El deporte, la pintura y la música. Ahora andan ciertos descerebrados protestando por exigir que los participantes de Israel no lo hagan en el próximo festival de Eurovisión.

Es evidente que han olvidado a aquel Serrat, a quien ni siquiera le permitieron cantar en catalán en el festival de 1968. Y, ahora, los descendientes de los mismos que prohibieron a Serrat tararear el “La, la, la” en “dialecto”, se escandalizan porque se pide que se haga lo propio con estos representantes de Israel.

Un caso más de cinismo. Si antes defendieron una dictadura franquista prohibiendo el uso de la lengua catalana, no nos extrañe lo más mínimo que también defiendan la participación en Eurovisión de los representantes de Israel. Si Serrat no representaba al gobierno de España y por eso fue condenado al ostracismo, ¿por qué estos artistas de Israel no representan al gobierno sionista de Netanyahu? ¿Actuarían si no lo hicieran? ¿Se lo permitiría Netanyahu y sus secuaces?

Solo tengo clara una cosa. Tened por seguro que, si dicha participación tiene lugar, el gobierno de Netanyahu lo celebrará no como un hecho musical neutro y aséptico, sino que lo ordeñará como triunfo de su política. Y así lo hará ver al mundo entero. Y no sería la primera vez. Ya sucedió en Berlín en 1936 y, también con Massiel que sustituyó a Serrat. No ganó esta, sino la España de Franco. Lo mismo sucedió con el gol de Marcelino a la URSS ganando el campeonato de Europa. España no ganó a la selección de fútbol rusa sino al comunismo.