¡Gritar es una costumbre, tío, entérate!

Vecino. Informacion.

¡Gritar es una costumbre, tío, entérate!

Estaban dos villafranqueses hablando cuando vieron a un grupo de musulmanes en la plaza hablando a grito pelao. Dijo el primer autóctono, “¡qué manera de gritar, joder!”. El segundo replicó: “Dijo el cerdo al jabalí: ¡qué sucio eres!”.

Incomprensible que haya gente que, siendo de Villafranca, siga quejándose de que sus vecinos griten al hablar. Parecen de otra galaxia. Gente rara. No entienden que gritar es una costumbre, un rasgo de identidad de la gente. Piensen que es un rasgo que no exige ningún esfuerzo. Ni físico, ni mental. Y que tampoco refleja si uno, porque grite al hablar, sea mejor o peor, más inteligente o más idiota. Además, gritar cuesta poco. Bueno, sí, tan sólo castigar las cuerdas vocálicas, pero entiende que son riberos, gentes curtidas cantando jotas desde que estas se inventaron. Es una costumbre que pertenece a la tradición como tantas otras. Y aquí costumbre y tradición son intocables, como la cruz de Caravaca.

Así que no lo intenten. Pretender domesticar a un villafranqués en este terreno lo hará quien, sencillamente, no sabe en qué terreno se está metiendo. Es tocar el magro de la esencia de un ribero y, por tanto, de un alesvesista.

Un día dijeron que ya éramos europeos, pero quiá. No cayó esa breva. El día que los villafranqueses manden a tomar por saco esa ancestral costumbre de gritar a todas hora, dejarán de ser riberos. Y eso sí que no. Hay costumbres que, aunque sean malas, solamente molestan a la gente rara que quiere que en los bares la gente hable en voz más o menos baja, que pongan la televisión más baja, cosas tontas, gente que quiere que los demás se den cuenta que en los lugares públicos hay otras personas…

No diré que en Villafranca existan dos tipos de villafranqueses, los que gritan y los que no. Lo que existe son villafranqueses que gritan como desaforados y lo demás son unos raros, esa gente que todavía no entiende que sus vecinos no entienda que para hablar y no decir nada no hace falta gritar, cuando es lo que se viene haciendo desde tiempos en que se descubrió que había día y noche. Así que, señores raros, no desesperen. Pierden el tiempo. Se están metiendo en una cruzada que la tienen perdida de antemano. Aquí el que no grita, no es de fiar. No es de los nuestros.

Otitis