LA MIERDA DE LOS QUINTOS (I)

Vecino. Opinion.

LA MIERDA DE LOS QUINTOS (I)

Hacer el imbécil Las tradiciones nacen, crecen y mueren. Hay tradiciones que, inexplicablemente, se asientan en la sociedad y duran más de lo que deberían, al decir de los que adivinan el futuro. Una de ellas es la que celebran los quintos de Villafranca desde hace cuarenta años, más o menos. Todos esperaban que la quintada siguiera por los fueros de la alegría limpia y clara, pero no que se celebrara del modo tan guarro como se viene celebrando Cualquier persona ajena a sus protagonistas y que ve el espectáculo desde fuera, diría que se trata de una celebración de descerebrados. Viéndolos en la calle cubriéndose de mierda hasta las orejas añadiría que es un gran espectáculo, sí, pero de estupidez. Pero convengan todos en que ni son descerebrados, ni estúpidos ni están faltos de inteligencia. Solo han decidido ser estúpidos por unos día. Eso ocurre con la mayor parte de gente. A ver. No somos inteligentes a tiempo completo. Durante el día, las veces que hacemos el oso panda con tirantes son unas cuantas. Lo que ocurre con estos quintos es que han decidido hacer el tontolaba, para que al resto de las personas no se nos olvide que, en cualquier momento, podemos hacer el ganso como ellos. Así que habría habría que agradecerles el gesto por recordarnos de dónde vienen tales detritus.. Hacer el imbécil está a la orden del día. El problema es no saber que estás haciéndolo y no enterarte. Los quintos saben perfectamente que en estado normal no serían capaces de echarse tan mierda pringosa por encima y reírse a mandíbula idiota por semejante gilipollez. Saben que su espectáculo es una auténtica caca como saben que la sociedad de Villafranca, acostumbrada a esta gansada, les permite hacer el imbécil durante varios días, porque así lo aprueba el reglamento municipal. Incluso esta sociedad, tan sensible ante la basura del pueblo, no se altera al ver cómo dejan las calles cuando esta cuadrilla hace una parada en la casa de un quint@ o kuntakinte, que dice mi vecino. Además, tienen como prurito el dejar el lugar donde paran hecho un asco, cuanto más asco mejor, porque eso será señal de lo estupendamente que se lo han pasado haciendo el imbécil.

Rito de iniciación Antes, las sociedades tenían un rito obligado por el que los adolescentes pasaban para alcanzar el status de adulto: cazar un tigre, subirse a una higuera a la pata coja, responder a una adivinanza inventada por un mago, tipo Tamaratit. A parecer, en Villafranca el rito existente para dar carta de naturaleza al joven convertido en hombre, es que haga el mamarracho durante varios días a la vista de todo el mundo. Y con el visto bueno de la autoridad. El problema con este rito, caso de que así lo sea y no sea más que el pito de un sereno, es que, una vez cumplido, la estupidez no desaparece. Esa es la pena. Que, con el tiempo, estos quintos aunque vayan más limpios que la patena del sagrario, son tan imbéciles como lo somos cualquiera de nosotros, es decir, imbéciles a tiempo parcial. Lo más negativo de los quintos es que cada año repiten el mismo ritual. Desde luego, ni siquiera mejoran en imbecilidad a los anteriores quintos. Guarrean y manchan las calles igual que la anterior quintada. Y cometen las mismas tonterías y, en ocasiones, barbaridades. Pues en un estado de imbecilidad transitorio se pueden perpetrar muchas tonterías. Y esto es lo que no entiende una, estudiante de antropología callejera. No entiende que esta juventud que se muestre tan poco creativa, que no se vea estimulada por su gen creativo -como hacen sus homólogos en Carnavales por ejemplo-, y no nos ofrezcan un espectáculo de quintas ingenioso, luminoso, humorístico. Parece que les falta, no solo un hervor, sino, sobre todo, amor propio y vanidad creativa. ¿Acaso no sienten repugnancia a la rutina a causa del más horrible aburrimiento? En esto, el Ayuntamiento debería exigirles, antes de salir a la vía pública, un programa de actuación creativo y diverso.