LA MIERDA DE LOS QUINTOS (II)

Vecino. Opinion.

LA MIERDA DE LOS QUINTOS (II)

Nos quejamos por quejarnos Muchos se quejan de que los jóvenes de Villafranca cuando celebran sus quintas convierten Villafranca en un basurero y que sus padres deberían pagar doble contribución por lo que ensucian sus hijos. Y nadie tendría que protestar por este nuevo impuesto, porque más tarde o más temprano todas las familias apoquinarán con este canon. Hoy, a mí; mañana, a ti. Mientras duran las quintas, yo he escuchado a alguna abuela decir que ni antiguamente cuando las calles del pueblo estaban sin pavimentar estaban tan sucias. Porque, ahora, por donde pasan los quintos, no se puede ni andar. ¿Qué decir? Que exageramos un montón. Que no es para tanto. Que no tenemos paciencia. Que nos hemos olvidado de las tonterías que hacíamos nosotros cuando éramos imbéciles, digo jóvenes y jovenas. ¡Son tan idénticos a nosotros! ¡Deberíamos sentirnos orgullos de que se parezcan tanto a sus progenitores cuando los vemos imitarnos! Lo que no se entiende es que las instituciones me refiero al Ayuntamiento, no les ponga una medalla todos los años y, sobre todo, haya sacado tajada turística local del evento de la quintada. Si los poderes turísticos de este país, han declarado de Interés Turístico Local la tomatina de Buñol, “esa divertidísima batalla de tomates”, y que para verla en directo hay que pagar entradas por 15 euros, lo mismo que la Batalla de Vino de Haro, declarada de Interés Turístico Nacional, ¿por qué no pedir a la autoridad competente esa misma titularidad para la Ketchupada de Villafranca? ¿Qué diferencia hay en empaparse la piel con la pulpa casi gelatinosa del tomate o atiborrarse los tuétanos con un vinazo de bodega local a hacerlo con el engrudo surgido de la mezcla del kétchup, harina y huevos del corral del vecino? Quizás, entonces, Villafranca, y ya no digamos su Ayuntamiento, se sentiría más que orgulloso de sus quintos, transformados en mierda ambulante durante varios días. ¿Hay algún lugar en Navarra donde se dé este espectáculo de mierda tan bien montado? Piénsenlo. Punto final. Antes de condenar y castigar, prevengamos el efecto caca de cada quintada. La mejor forma de hacerlo es obligar a los jóvenes a ser más creativos en sus propuestas de pasárselo bien y que no ofendan con quienes quieren compartir su alegría. ¡Vivan los quintos del año que viene!