
El árbol de Navidad
Vecino. Informacion.
Vaya por delante que creo en Dios, en la Virgen y en la Santísima Trinidad. Y, también, en la Natividad, fiesta en la que los católicos celebramos el nacimiento en un pesebre de Jesucristo. Paro, también, soy demócrata, algo que no es incompatible con la fe en Dios. Combinar mi fe con los deberes de la democracia no resulta fácil en una sociedad que no ha renunciado aún a la omnipresencia de los símbolos religiosos en las calles por decisión del poder civil, algo contradictorio. Me explico. La Navidad es una celebración religiosa. Sólo religiosa. Por eso, sus signos tienen un significado religioso: sea el belén, el árbol, la estrella, los magos, etcétera. En una sociedad como la nuestra, donde hay tanta diversidad confesional y no confesional, los poderes públicos tendrían que ser más cuidadosos con la utilización de esa simbología. Deberían, no sólo evitar el uso invasivo de esos signos religiosos, en su mayoría exclusivos y excluyentes, sino, sobre todo, que, dado el fervor religioso de algunos alcaldes, no sustituyeran el trabajo de la Iglesia en este campo.